De la antropofagia cultural y el ego soberano
Crónicas de un viaje a la Guyana Francesa en enero y febrero de 2010
Intervenciones musicales de pro-vención cultural
Por Santiago Torres
El devenir cultural de un pueblo, de un grupo o de una sociedad está determinado por un contexto interior de existencia y un contexto exterior de influencia. Hoy en día, todo pueblo se transforma y se metamorfosea como toda sociedad es dinámica y cambiante.
Sin duda, es sorprendente ver cómo el EGO SOBERANO , el individuo, la persona, toma una primera plaza en la ética contemporánea y en lo colectivo. ¨La atomización del individuo, la mundialización de un modelo de vida fundado en el dinero y la competencia, las guerras geopolíticas y el alto desarrollo tecnológico inducen y conducen a los seres humanos a olvidar la importancia de la vida comunitaria y de la naturaleza.¨
El individuo pareciera olvidar sus orígenes colectivos de la recolección , la caza, la pesca y la agricultura en grupo; del encuentro cotidiano, del intercambio equitativo, de la música y la danza; del compartir cultural a la base de la razón de ser del ser humano…
Un día, en la época de la estación de lluvias he desembarcado en la Guyana Francesa , departamento ultramar desde 1945 haciendo parte de las regiones de Francia en el extranjero. Clima tropical húmedo en América del sur y un sudor continuo asegurado durante los primeros días de adaptación.
Entonces me he embarcado, solo, con dos equipajes de instrumentos musicales, mi cuerpo y mi alma de aventurero en las selvas de la Guyana.
En búsqueda ¿de qué?
En búsqueda de los pueblos ¨olvidados¨, los pueblos minoritarios que nosotros decidimos llamar autóctonos. Los amerindios y los negros cimarrones.
Para hacer ¿¿qué??
Para transmitir un mensaje musical de ecología y bienestar natural.
Para saber a qué punto estos pueblos autóctonos se transforman y coexisten con el mundo contemporáneo del petróleo, la bolsa y la economía del comercio.
Cayena, la capital de la Guyana Francesa , es una prueba tremenda de la miseria del sistema capital. Gente en harapos recorre las calles de la ciudad al lado de coches ultra lujosos de personajes salidos de una película de negocios. En resumen, la clasificación social está bien definida. A unos los llaman los métro ó blancos, los otros son los boni, los amerindios, los busnengue, es decir todos los locales. Distinción hecha, siempre habrá muchas más para elaborar.
Digamos que la Guyana está dividida en tres grandes zonas culturales: La zona de influencia blanca, situada sobre todo el litoral atlántico, la zona de influencia de Afrodescendientes y las zonas amerindias situadas sobre el litoral y en las selvas entre ríos.
Los afrodescendientes y los amerindios viven principalmente de la agricultura sobre quema, de la pesca y la caza pero están en contacto con el intercambio monetario.
Y son ellos, los afrodescendientes y los amerindios, los que han vivido una imposición cultural de uniformización de las tendencias y de las maneras de hacer en un modelo de vida fundado en el dinero y la competencia. Ellos responden a todos los estímulos externos, como las máquinas, los coches, y los grandes descubrimientos de occidente.
Para entrar en detalles, una sola cuestión me parece importante, los amerindios y los negros cimarrones se acostumbran a todos esos enseres e invenciones extranjeras para quizás parecerse al blanco ó para que todo se haga más rápido, pero no olvidan nunca que ellos son diferentes, que ellos nacieron allí y que es la Guyana la tierra de los ancestros. De hecho, es la tierra que cultivan y que es madre de una cocina basada en la preparación de la harina de mandioca o yuka y del pan de esta misma, de legumbres como habichuelas, calabazas, calabacines, cebolla y ajo, frutas silvestres y pescado.
El pescado de río es muy consumido a pesar del mercurio en las aguas debido a la alteridad del contacto con el extranjero Ego economikus petrolius alteriferus Orus convexus.
El rito de Compartir, la RE UNIÓN
Las culturas de la Guyana parecen vivir en paz siendo zona de extracción de oro. Todas las gentes se muestran siempre muy serias. Que sean blancos, negros, rojos, verdes o mestizos parecen ser conscientes de su territorio y de sus cultivos. Desafortunadamente, abandonan un poco su medio ambiente.
Viajando por la Guyana me he encontrado en el seno de familias autóctonas que habitaban el plástico , los deshechos y el desorden de occidente. Familias que olvidaban la importancia de la naturaleza, el respeto por la naturaleza, por sus ecosistemas y su biodiversidad. Familias que olvidaban la importancia de la cultura, de la cosmogonía, del origen de los orígenes, de la danza y la música.
En los pueblos amerindios de Awala Yalimapo, situados en la costa oeste de la Guyana , entendí que la estación de lluvias era para algunos un espacio de reposo en donde era necesario refugiarse de los mosquitos a la hora precisa de su aparición. Una arquitectura moderna me ha sorprendido. La primera impresión fue una mezcla de concreto, techos de paja, antenas de televisión por cable, automóviles nuevos y algunos hogares al aire libre en donde en hamacas reposaban los autóctonos ultramodernos.
Ni una sola palabra en respuesta a mis preguntas sobre la asociación de los pueblos autóctonos. Los amerindios parecían ignorar algún estado de unión entre ellos. Los mosquitos en el momento preparaban su asalto y gracias al aviso de un joven indígena, yo he tenido que encontrar rápidamente un lugar cerca de un fuego amazónico para escapar al ataque de los insectos.
Y así, cerca del fuego caída la tarde, he pasado dos semanas entre el río y el mar en compañía de mis amigos amerindios Keni y Giral de 25 y 23 años y de su abuelo de 65 años aproximadamente, uno de los más viejos del lugar.
Con mis tres amigos y mis observaciones, he podido constatar que los amerindios habían apreciado muy bien la llegada del gas, de la electricidad, de la televisión, del teléfono, del automóvil, del alcohol procesado, del plástico y del petróleo.
Solamente algunos antiguos hacían reflexiones sobre los tiempos pasados cuando todo el mundo se reunía y cantaba las historias que daban a entender sus orígenes, sus creencias y su cosmogonía.
Cada vez, mi acción consistía en tocar mis instrumentos de música, venidos de Colombia, África y Australia, y en crear un espacio de encuentro en donde se volvía a la fuerza de la RE UNIÓN , al rito de compartir. En estas intervenciones musicales se hablaba luego de la naturaleza de su respeto e importancia, del cuidado de las tierras para las futuras generaciones y de la fuerza de la reunión.
Tranformación constante
Los amerindios modernos de Awala Yalimapo coexisten hoy en día con todas las ventajas de la sociedad occidental sin preguntarse mucho sobre su devenir. Ellos parecen olvidar las fiestas, las danzas y los cantos que los reunían antes, beben Heineken y ron procesado en lugar de fabricar su propio alcohol a la base de mandioca. Ahora, ya han asimilado todos los servicios y órdenes del estado francés y se encuentran en una tranformación constante sin saber hacia dónde.
Quizás, se tendría que llegar a descubrir el momento preciso cuando un pueblo olvida sus orígenes para aceptar otros que proceden del exterior.
Cada pueblo, como cada individuo, parece buscar un camino en la medida de lo deseado. Y yo, como persona, estaba intentando buscar en esa sabiduría salvaje la medida de la imposición cultural, o si se le quiere llamar de otra manera, la medida del mestizaje cultural.
Según mis ojos, dado el impacto de imposición socio cultural de Europa, todas las estructuras culturales autóctonas se transformaron y algunas murieron. En esa perspectiva, las intervenciones musicales que llevé a cabo tenían por principal objetivo el dar valor e importancia a su cultura.
A mi parecer, la imposición sociocultural extranjera ha creado un proceso de redistribución identitaria que hace que los amerindios y los negros cimarrones se identifiquen a las culturas emergentes de occidente. Sus costumbres, maneras de vestir, de hacer y de vivir han sido, poco a poco, transformadas.
Los amerindios modernos que tuve la oportunidad de ver escuchan rap, rock, zouk, reggae y músicas del Brasil pero no parecen emitir sonido alguno. Sin embargo, cuando yo tocaba el Didgeridoo o las flautas, el primero de origen australiano y las flautas de origen indígena de Colombia, todos los amerindios y los negros cimarrones se mostraban interesados por la fuerza rústica del sonido. Cabe constatar que los afrodescendientes entran en contacto con el mundo occidental pero mantienen más firmes, su organización cultural y sus músicas.
La Música y la Re unión
Algo era muy verdadero durante mis intervenciones, LA MÚSICA CREABA UNA RELACIÓN UNIVERSAL DEL COMPARTIR. Los niños seguían e inventaban sus ritmos y sus aires. Que fuesen blancos, negros, rojos, verdes o mestizos, los niños entraban en contacto gracias a la música y se daban cuenta de la consciencia de la relación para tocar juntos.
Que sean blancos, negros, rojos, verdes o mestizos, algunos de estos niños viven en el desorden del plástico y del petróleo. Otros viven con la naturaleza y en el respeto de la misma.
Y no es una cuestión de COLOR DE LA PIEL , aquella que concierne a la coexistencia y al respeto con la madre naturaleza. Es una cuestión ÉTICA, de ética cultural. Y cada pueblo o cada cultura decide la manera de relacionarse con su medio ambiente.
Es importante observar que la poblaciones negras situadas a las orillas del río Maroni están muy bien organizadas y mantienen una cohesión colectiva más fuerte que la que vemos disminuir en algunos grupos amerindios.
Preservación de la Naturaleza y de la Cultura. Punto de equilibrio
En Maripassoula, sobre el río Maroni, tuvel la oportunidad de convivir durante una semana con una familia amerindia que habitaba los deshechos y el desorden. Entonces, he llevado a cabo mis intervenciones musicales de consciencia ecológica y hemos conseguido, con niños y adultos, hacer una renovación de los espacios comunes y de los sembrados que estaban saturados de basura.
Y era esa mi misión. A través de la música, los niños y los adultos veían a un extranjero que trataba de transmitir un MENSAJE ANCESTRAL DE PRESERVACIÓN DE LA NATURALEZA Y DEL ESPACIO VITAL DE EXISTENCIA.
Sin duda, fui observado por mil ojos. Sin cesar, me había convertido en el viajero extranjero que se paseaba con sus instrumentos musicales y su fuego de madera. De una manera o de otra el mensaje de bienestar natural y de preservación de la cultura y la naturaleza fue transmitido. A través de los signos, de la música, del ejemplo, de la limpieza de los espacios comunes y de los sembrados, he podido comunicar un importante relato ancestral que tendría que llamar la atención de todos.
Durante toda esta expedición de la vida, como viajero, músico y observador, yo reproduzco en mi interior esa búsqueda de EQUILIBRIO NATURAL, ese punto de equilibrio entre los seres y su entorno natural en el cual se han encontrado, en alguna época, algunos seres humanos. Porque en los pasos del bípedo pensante, en muchas ocasiones, el entendimiento natural y la paz reinaron entre las gentes …y seguramente reinan en la actualidad en algunos lugares del globo.
Y en esa búsqueda, en la que muchos seres humanos se encuentran, se refleja la necesidad ancestral de sentirse parte de la tierra y de un universo a los cuales pertenecemos, sabiendo que muchas gentes se alejan de las dimensiones del Ser obnubiladas por el dinero y la explotación de la tierra y de los seres. Por los caminos, mis viajes tendrán la misión del reencuentro hacia algún Equilibrio Natural.